Gran Historia de Marruecos
Un vecino al alcance de la mano
LEONOR MERINO
Los árabes comprenden por Magreb al-aqsa al Magreb más occidental, Marruecos, puesta de sol cayendo en el mar.
Ubicado en un paraje encastrado y mecido por la cantarina marea del Mediterráneo al Norte y al Oeste, Marruecos se deja llevar hacia el desierto, por el Este y por el Sur, en destello de elementos, que despierta, en la pintura, el embeleso bañado por el luminoso sol de claridad tan excitante, que hace oscilar el entorno de los objetos.
Marruecos es una nación antigua cargada de historia. Antes de los bereberes, cartagineses, romanos, vándalos o bizantinos, este país fue poblado por hombres de la prehistoria que dejaron sus huellas en las paredes rocosas del Atlas.
Alabado por Europa, antes lo fue por Homero, y hacia el año 1300 por Dante, Marruecos es el canto a un país lejano, ensoñado en la hazaña del mito como el de Ulises que, no por azar, fue el primer relato de la errancia.
Desde la época de los saadíes, que reemplazaron a la dinastía de los wattasíes y que reinaron desde 1554 a 1659, data el nombre de Marruecos, palabra que resultó de la contracción del nombre de la ciudad de Marraquech: una de las principales capitales.
El Marruecos-Estado es de creación islámica. Reino que nació en el 788 en Volubilis, donde fue proclamado por el pueblo Idris I y donde prestó el juramento de la Beya: pacto que aliaba al rey con su pueblo y a éste con su rey.
Dinastía tras dinastía y soberano tras soberano, la monarquía marroquí ha esculpido una historia, a veces gloriosa, otras en declive, pero jamás ha sido puesta en entredicho la existencia de la nación marroquí. Pocos son los estados que tiene una profundidad histórica comparable a la de Marruecos. Por tomar alguna referencia, cuando, en el 987, Hugo Capeto es elegido rey de Francia, la monarquía marroquí poseía ya dos siglos de existencia. Si echamos una mirada a su cultura, la Qarawiyin, mezquita de Fez, es uno de los principales centros intelectuales en el Magreb y data del año 857, por lo tanto anterior a la universidad de la Sorbona de 1252.
El actual monarca, Mohammed VI, hace el número treinta y seis como descendiente por línea directa del Profeta Muhammad, y es el vigésimo segundo soberano perteneciente a la dinastía alauíta que reina desde el año 1666.
Esta dinastía es originaria de Arabia, concretamente de la región de Yanbo, en el Hejaz. Los alauíes, como sus predecesores los saadíes, son jerifes y descienden de Hassan, hijo de Fátima que a su vez es hija de Muhammad y de Jadiya: la esposa que tenía dieciocho años más que el Profeta.
El anterior monarca, Hassan II, fue proclamado príncipe heredero el 9 de julio de 1959 y sucedió a su padre, Sidi Muhammad Ben Yussef, el amado Mohamed V que tras soportar numerosas vicisitudes -el propio destierro y la sangre de su pueblo- obtiene la independencia de Marruecos, el 2 de marzo de 1956, junto con el partido político de mágico nombre, el Istiqlal: la Independencia.
Hassan II, con luces y sombras, retomó la habilidad, el temple, la inteligencia y el coraje de su padre, sobre todo al final de su reinado, "con la llamada a todos los exiliados", como lo afirmó el expreso político Abraham Serfaty (El País, 19/11/94).
Tras el fallecimiento de este monarca, el 23 de julio de 1999, su hijo Mohammed VI -que lejos de una mirada occidental es el Comendador de los Creyentes- fue coronado el día 30 del mismo mes, y continúa siendo la esperanza de su pueblo que, arraigado en su propia epecificidad cultural árabe y musulmana, desea también abrirse a la modernidad en esta época llamada "globalización" (¿universalización sería un término más integrador?).
Marruecos, que busca el equilibrio en sus instituciones y cuyas raíces nutricias se sumergen profundamente en la tierra de África, está por un lado unido por lazos culturales seculares a Oriente y, por otro, extiende sus brazos hacia el mundo occidental en el que desea encontrar, sobre todo entre nosotros, un suelo generoso, convertida ya la migración "en un fenómeno universal" (M. Chakor, Amanecer, nº 120, 2001).
Este joven rey, en esa voluntad suya de proceso democratizador, ha abierto los informes de los años más problemáticos de su difunto padre y, según recientes declaraciones, entre otras, del conocido Abraham Serfaty, el rey "quiere construir un Marruecos moderno y democrático" (Nación Árabe, nº 40, 2000). Con motivo de las recientes jornadas del "Círculo Mediterráneo", el también expreso político Abdellatif Laâbi, acusado de atentar contra la seguridad del estado y cuya experiencia se narra en El camino de las ordalías, confesaba con gran contento que residirá por largas temporadas en Marruecos.
Con esta monarquía, con este pueblo -hermano, nervioso, tenso y sensible como el íbero y el beréber- nos unen lazos culturales y de amistad desde hace mucho, mucho tiempo. Esta recíproca simpatía data del siglo XIV: "edad de oro" de la historia de Marruecos, correspondiente a la dinastía de los Merinidas, puesto que había un islam "modernista", en contacto con Europa, según afirma el gran pensador marroquí Mohamed Benchekrun. Por entonces, ya los marroquíes iban a pasar sus vacaciones a las mediterráneas orillas españolas y, recíprocamente, los españoles iban a la tierra marroquí. Luego, el Gran Marruecos se encontraba en sus fronteras naturales. Pero dicha connotación española data de la reorganización administrativa decidida ya en tiempo de Diocleciano, por la que "la Mauritania Tingitana (Marruecos) fue vinculada a la diócesis de España" (A. Pellegrin, Documents Algériens, Alger, nº 74, 1954).
Pero, sobre todo, entre uno y otro país, entre una y otra orilla, bajo el esplendor de la civilización árabe islámica, quedaron profundas huellas y estrechos contactos puesto que lo magrebí pasó a ser parte integrante de lo hispano: el impacto artístico almohade en diversas regiones españolas, así como lo andalusí, a su vez, se convirtió en patrimonio marroquí. Buen ejemplo de ello es la arquitectura en Tetuán o en Fez. En estas ciudades así como en Chauen y Salé viven en la actualidad numerosas familias que se enorgullecen de su apellido español. Estos marroquíes de origen andalusí también se encuentran en los campos y cábilas entre Tánger y Alhucemas.
Debido al "protectorado", existió también una influencia española en Marruecos que decreció con la llegada de la independencia, aunque la raigambre con ese pueblo es grande, puesto que no hay que olvidar la presencia de republicanos españoles en Marruecos después de nuestra Guerra Civil, por lo que hay muchos descendientes de españoles que dan tesimonio de esa tierra de acogida.
Hay todavía algo más que señalar, ya que el afamado filósofo y médico musulmán Ibn Ruchd (Averroes) nació en Córdoba y en Guádix nació su contemporáneo Ibn Tufail (Abubacer) y paisano suyo fue Ibn Badja (Avempace), médico, astrónomo y poeta. Y el historiador árabe y fundador de la ciencia social en el s. XIV, Ibn Jaldún, perteneció a una familia noble de Sevilla, sin olvidar a nuestro murciano, Ibn Arabi, cuya obra influyó en Raimundo Lulio y en La Divina Comedia de Dante Alighieri. En nuestros días, el marroquí Muhammad Abed al Yabri es un filósofo poblado de pensamiento andalusí.
Pero aún existen más hechos que certifican que lo marroquí y lo español se entreteje, puesto que, desde siempre, los escritores así como los hispanistas y arabistas de estos dos pueblos vecinos (separados sólo por catorce kilómetros) han mantenido relaciones muy cordiales, y los textos, traducidos en una y otra lengua, permanecen como legado muy importante en ambas literaturas: nuestros escritores han sido traducidos al árabe y de esta lengua han sido vertidos a la lengua castellana las obras, entre otras muchas, de 'Abd al-Yabbar al-Sahimi, Muhammad Sabbag, Muhammad Shukri, Janata Bennuna, Abdelmayid Benyelun o Muhammad Zafzaf, así como las obras de los escritores marroquíes de lengua francesa: Chraïbi, Ben Jellun, El Maleh, Laabi, y Serhane que aspiran a dirigirse tanto a Oriente como a Occidente.
Y qué decir de la obra literaria de los marroquíes hispanohablantes que, a pesar de los malentendidos, prejuicios y desidias nuestras, han preservado su vínculo con España. Como también lo hicieron mucho antes los moriscos que, expulsados de España por Felpe III, cultivaron una literatura y una lengua llamada aljamía.
Teniendo siempre presente ese bagaje cultural compartido, y con el fin de no desarraigar jamás nuestros lazos de amistad, más que nunca se hace necesario retomar y recordar a este mundo tantas veces estereotipado, puesto que para Occidente, Marruecos representa -tal vez por estar más próximo y ante la evasión de nuestro mundo materialista- ese deseo por descubrir lo extraño y lo particular de Oriente, con el fin de recrear, una y otra vez, los cuentos de Las mil y una noches. Flaco favor a la cultura árabe y musulmana, a sus preocupaciones y problemas. No son mis palabras, sentidas, zalemas ni alfeñiques de rima bien sonante, sino una realidad hace tiempo constatada.
Abderrazzaq Karabaka, poeta tunecino de estirpe hispanoárabe, "andalusí, posiblemente" (recuerda el insigne arabista Martínez Montávez), nos dijo con dolor hace ya tiempo: "Abrid sus libros, probad a sus sabios, preguntad a sus grandes hombres por ese Oriente. Oíd: "... El eterno secreto... La asombrosa esencia... ¡Oh, oh el Oriente... Oh...!" Una cámara alzada sobre cuarenta columnas esculpidas de los montes de Saba, apretadas en hiladas de oro macizo, coronadas de techos ebúrneos bañados de plata y de los que penden cortinas de damasco manchadas de almizcle y de azafrán. Y allí, el otoñal moreno sentado, con su amplio manto rojo -excepto la parte de perlas y jacintos sembrados en él- saca de un estanque de ámbar y coral un elixir fermentado por los demonios de Salomón y a instigación de Zenobia, reina de Palmira. Para brindar por diez mil esclavas, todas de frentes brillantes como lunas, sobre talles cual ramas de sauces.[...]. Éste es el Oriente que leemos en algunos escritores de Occidente y que oímos de sus bocas. ¿Y de dónde les viene?... Mi señor el Oriente: ellos hablan -y son veraces- de Shehrezada... Shehrezada [...] ¿No le va a llegar la mañana, para que así deje de hablar definitivamente?"