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EL MUNDO AL LADO DEL AMOR
(Nota al margen: mi mundo al lado de Chraïbi, de los escritores magrebíes)
Driss Chraïbi, Le Monde à côté, París, Denoël, 2001, 224 p.
Un libro, como un cuadro, es el espejo en el que nos miramos. Ése es su secreto. El libro habla de tú a tú con quien se detiene largamente a mirarlo:
Un nudo en la garganta, dulces lágrimas en el rostro, sonidos de una poética música en el alma, canturreo de una sonrisa socarrona temblando en los labios y, sobre todo, la sed de vivir y amar pueden permanecer -tal vez- en el lector, al finalizar la lectura de Le Monde à côté, la continuación de las "memorias" Vu, lu, entendu de Driss Chraïbi.
Todo un conjunto de rastros e indicios que ayudan a entender el mundo con el que se ha codeado Chraïbi, que enseñan a entender el mundo que a su lado cada uno tiene -lo que de un lado y otro del Mediterráneo y a través del mundo se puede compartir con la mirada atenta puesta en la asfixia de la libertad: la fe en el hombre y la esperanza en un mundo mejor- (Gracias Chraïbi).
El escritor construye, inteligentemente, el hilo de su relato con la noticia periodística de la muerte de Hassan II (a su joven hijo Mohammed VI, actual rey de Marruecos, le dedica el libro): "Este hombre que acaba de abandonar la vida no me ha impedido escribir. Pero, durante veinticinco años, mis libros han estado prohibidos en mi pais natal".
Un caudal de voces en lontananza, ecos y silencios fluyen por una memoria e imaginación prodigiosas. Chraïbi, con setenta y cinco años, re-crea, rinde homenaje, cuando el dolor y la amenza de una muerte rampante han dejado ya de ser catarsis. Hace tiempo que el desencanto, la violencia, se traducen en humor censurador, "iconoclasta", en un humor que dexosida seres y objetos.
Las palabras del "chimpancé, el tití del inspector Alí", se dirigen por la boca interpuesta del narrador al túmulo de Hassan II:
"Díme pues: ¿qué van a hacer con tus innumerables retratos? Están por todas partes, en cada esquina de la calle, en las estaciones, las terminales de los aeropuertos, las comisarías, las prisiones, las librerías, los colegios, los hoteles, sin contar los sellos y los billetes.
"En lugar de este Corán, me entran muchas ganas de salmodiarte el libro de Vázquez Montalbán, Yo, Franco. Has conocido a Franco, creo.
"Era un cretino y, porque era un cretino, hizo temblar a sus conciudadanos durante generaciones.
"Y los españoles se pusieron a cargárselo en seguida tras su muerte. Pero no somos españoles, nosotros".
También el humor sutil, la lengua sabrosa y poética de Chraïbi, le permite sobrevolar el simple relato "autobiográfico" -sésamo de la memoria-. Así su incursión en la literatura, cuando, por el año 1953 y en París ("como pájaro caído del nido, sin una perra, fue lo que me decidió a escribir"), entrega su primer manuscrito -¡su primer golpe maestro!-, El Pasado Simple, a la editorial Denoël, puesto que era Navidad [Noël]: Una brillante idea.
Como también lo fue la germinación de Les Boucs ("propuesto para el Goncourt") al lado de la mirada ("lapis-lázuli y de su desnudez, privilegio de la infancia") de Catherine (Isabelle en Les Boucs) que junto con Sheena ("voz de contralto velado") para quien fue escrita La Civilización, ¡madre mía!... (texto feminista y amor filial) y junto también con Dominique (la añorada hija de Mort au Canada) forman la piedra angular de este relato: Rayos de sol por la transparencia de sus miradas.
Y es que con la imagen de la mujer, el espíritu del escritor se va dulficando y su interés por ella se acrecienta (Ruth en Un ami viendra vous voir).
Nace también el lirismo, en Le Monde à côté, en la bellísima descripción del invierno de Labaroche, cuando Chraïbi observa, sutilmente, el mundo exterior y lo concentra hacia su propio interior y, entonces, surge la poesía.
Vuelve igualmente el recuerdo lancinante de la muerte de su padre (Succession Ouverte): fue "mi linde y mi confin. Todo mi pasado. Él mantenía bien resguardada mi parte de la herencia a pesar de mis extravíos". (¿Para qué, Driss, ese guiño a la crítica literaria? ¿Es crítica la que está exenta de análisis de la arquitectura textual que es toda creación?)
Y de repente, con la misma facilidad de enternecer -miríadas de emoción hecha carne-, siempre con imágenes de elevada tonalidad, Chraïbi lleva de la mano al lector hacia otro tema. Pues, como todo gran creador, su singularidad, su voz inconfundible, se mueve entre lo lírico, la burla, la farsa, el realismo y lo histórico.
El recuerdo de sus obras desciende sobre él como el orvallo: Vuelve Nacimiento al alba, que toma el ritmo del tiempo de la desnudez y del inicio de la esperanza (1): ¿No nos dejó dicho Chraïbi que "las casas más suntuosas están llamadas a ser escombros. Y los más hermosos huertos del mundo, ¿quién sabe si algún día no serán estériles? Dadme mejor lo que permanece: libros"?
También el asalto de la creación de La Mère du Printemps (el estuario del Oum-er-bia, río de su ciudad natal: Al Yadida) vuelve a su recuerdo. En esta obra nos dijo que los estados pasan, la Tierra permanece y lo que cuenta es la belleza del mundo y la fraternidad entre los hombres: "Ya no hay puertas. Las almas están abiertas". (Cierto día me dijo Chraïbi: "Mi verdadera patria es Andalucía, he intentado recrearla en Alsacia, en Canadá, en la isla de Yeu")
Ese es el compromiso de este escritor (de los escritores magrebíes): lo que está en juego es el envite al diálogo de las culturas, el compartir.
Por tanto no lloréis en el exilio, parece decir, al hilo de su narración, a quienes se lamentan de la biculturalidad: "El exilio es un reino. Llamo exilio a la apertura al Otro, a la necesidad de renovarse y de replantearse uno mismo".
Trotamundos impenitente, Driss Chraïbi es un caso aparte en la literatura Magrebí. Adelantado siempre a su época y mirado con recelo por sus compatriotas y por cualquier crítica debido al temor y a la verdad auténtica que transmite su escritura.
Lúdico, sabroso, abrasador e irónico es el estilo de este relato (con el mismo título de "la novela de Fritz Peters"): Le Monde à côté. Estilo que, sin embargo, se doblega, con dulzura y generosidad, ante el reencuentro de aquellos seres que le conmueven: Feraoun, Kateb, Laâbi, Bordigoni, Basfao...
No, Driss Chraïbi no es irreverente, no desprecia al periodista ni al universitario. Es sobre todo valiente, sincero a quemarropa, cuando escudriña lo inauténtico y descarría al indiscreto, al "insectuel" -"la costumbre es una segunda naturaleza"-, a quien "intuye" que no ha leído su obra y que, quizás, alardea.
Su proceder profundamente sincero y políticamente incorrecto aviva la inteligencia y la independencia para el bienestar mental de los hombres. Ha hecho suya la frase de Terencio "nada de lo humano me es ajeno". Por eso se llenan las salas donde es convocado, tanta es la expectación que levanta este escritor que abre senderos, despedazándose, como el argelino Kateb Yacine, tatuándose.
Chraïbi detesta la oficialidad, los convenidos "salamalecs", la gruesa alfombra roja rozada por zancadillas y por "tipos ávidos y clientelistas" (él no es "un funcionario de la escri-vanidad"). Sólo los hombres, mujeres, estudiantes -la juventud- y niños de su tierra -de todas las tierras- le emocionan carnalmente.
En su última carta (31-12-2001) me escribe: "Desde la publicación de mi libro, he rehusado sitemáticamente todas las entrevistas de prensa, radio y televisión. He renunciado a una gira por Marruecos en octubre, y a Mauritania en diciembre. Estoy invitado una semana a la Academia de Ciencias de Cartago (Túnez), pero no iré. En cambio, estaré con Sheena el 17 de enero en Marrakech, en un viaje de placer. El mundo me parece al lado del amor.
Beirut, Estambul me solicitan en marzo. Igualmente un periodista de Senegal. Veré mañana" [mañana en español].
Este escritor, que primero fue poeta, abre la primera parte de sus "memorias" -Leído, visto y oído- con un canto: "Gracias a la vida. Me ha colmado". Ahora, ese mismo alborozo clausura la segunda parte -Le Monde à côté-: "La vida continúa. ¡Buenos días vida!"
La lección de sosiego, de dejar -sin angustia- fluir el tiempo, está en la obra de Chraïbi: es su lección magistral -"el tiempo remonta al tiempo y a sus libros es necesario darles tiempo"-. Dar tiempo al tiempo. Ante la angustia, el tiempo, mantener siempre un ritmo lento:
Durante este breve pasaje
en el Cosmos insertarse.
Toda pretensión abandonar,
del yo poderse vaciar,
indolente como la piedra
inerte pero fecunda
como la tierra (Poema inédito de la autora)
Leonor MERINO
(Nota al margen: Nunca sabemos cuándo se hace algo por última vez: el último artículo, la última carta, el último poema -al final se cierra el libro y no queda más que el pie de imprenta-.
Cuando este escritor se vaya del otro lado del espejo -jamás morirá-, cuando alguno de los escritores magrebíes se vaya del otro lado del espejo -jamás morirá- no me pidan un panegírico (el último fue para Mohammed Zafzaf. A decirlo todo en aquellas vidas, aspiro), que otros lo escriban, bebiendo -tal vez- de lo que yo también bebí y me alimenté.
En esos instantes, quiero permanecer en soledad mirando en paz al perlado cielo, y, como Driss, ver que "cada estrella en el cielo es una lágrima, un alma. Y todas son mis lágrimas, parcelas de mi alma. Todas me han hablado con la lengua de los orígenes, con la lengua del poema. Lentamente el poema se va convirtiendo en música. Uno a uno, lo he cogido de la mano luego en mis brazos a todos los seres y a todas las cosas que he amado y han desaparecido. Y con ellos he bailado bajo el verde cielo, bailado, bailado, un vals lento, muy lento, cada vez más lento hasta la inmovilidad. La vida continúa. ¡Buenos días vida!" (Le Monde à côté).
El niño que anida aún en Chraïbi -que anida en todo escritor magrebí que ha abierto, generosamente, la ventana de su imaginación y ha pisado tierras más allá de sus nanas maternas- sabe que esa solemnidad que se llama vida cotidiana es el conjunto infinito de sinsabores, alegrías, cuya melancolía y esperanza nos lleva a un río que jamás acaba... Sí, Driss Chraïbi, "La vida continúa"...)
1. 1 Driss Chraïbi ha vivido, en su propia carne y con la escritura, que el tiempo engendra la costumbre y los dogmas establecidos por el hombre degradan la raíces auténticas de la religión, y empañan la auténtica verdad: lo temporal destrona lo espiritual.